Huina, una playa de tonos ocre cerca de Bahía Solano, espera a quienes buscan explorar el Pacífico colombiano. En este destino el mar ofrece sus delicias todos los días. El atún es una de ellas.
Juan Uribe
Especial para Satena
Las nubes grises se hacen más oscuras a medida que avanza la caminata desde Huina, una playa de arena bronceada que está ubicada 20 minutos al sur de Bahía Solano. Cinco turistas, entre ellos una francesa y un inglés, siguen los pasos del guía, Giovanny Rivas, que los conduce hasta los riachuelo de Juná.
Mientras los viajeros calculan con cuidado cada paso para evitar resbalarse en el fango que ha producido la tormenta de la víspera, un niño de unos 8 años los sigue descalzo y sostiene un cacao que acaba de recoger del sendero. Golpea el fruto amarillo contra un árbol para partirlo en dos y darles a probar a los visitantes. Queda expuesta una telilla blanca, húmeda y gruesa que rodea cada pepa negra. Es ácida y dulce a la vez, y el aroma que despide tiene la frescura de la lluvia que ya empieza a rociar la selva.
En este punto del Chocó, como en el resto del departamento, nada es artificial. Desde la llegada, incluso, se advierte que este es un lugar donde las imposturas sobran. Aquí, luego de bajar del avión y recoger las maletas, es posible caminar algunos pasos fuera del aeropuerto para sentarse en un restaurante con paredes de madera y techo de lata a comer un atún que hasta hace pocas horas estaba nadando en el océano Pacífico.
Se comprende muy pronto que este es un destino auténtico. Basta hablar con María Agraciada Palacio, una cocinera que está por cumplir 70 años y que todos los días se levanta a darle sabor a la vida. Ella explica que la clave del gusto especial que nace de los fogones chocoanos está en cocinar con leña y en usar hierbas como cilantro y albahaca. El atún que María Agraciada sirve lo marina con vinagre, limón y ajo y se puede comer con un arroz de coco para el que emplea una fórmula generosa: “A seis libras de arroz les echo cinco cocos”, dice.
Carlos Zúñiga, un hombre de 30 años que transporta a los turistas en motocarro en el municipio, coincide con María Agraciada en que el pescado que se come a la orilla del mar es distinto del que se consigue en otras partes. “El pescado que te comes aquí es fresco, con toda la leche encima. No es como el de la ciudad, que viene congelado”, afirma. Añade que es usual ver a la gente pescar en el muelle. Allí, la entretención de varios niños consiste en lanzar un nylon con una carnada en el anzuelo para sacar jureles, bravos o corrocorros. Cualquier pez que pique estará revolcándose sobre el cemento del muelle unos segundos más tarde.
Una playa con ‘shows’
Al mirar hacia la costa desde la lancha que lleva a los turistas a Playa de Oro Lodge, en Huina, el Pacífico se transforma en un espejo donde se refleja el verde esmeralda de la selva, que llega hasta el borde de la playa como si quisiera tragarse el mar. Rodeadas de palmeras, algunas casas de madera se han abierto espacio entre árboles que se aprietan en la loma que corre junto a la arena.
Ya en Huina, los caprichos de la marea rigen el comportamiento de personas y animales. Si el agua invade la costa, es fácil que las lanchas lleguen casi hasta la entrada del hotel; pero cuando las olas se repliegan, es necesario poner las embarcaciones sobre troncos y empujarlas hasta el césped. En esos momentos la playa se llena de cangrejos colorados que salen de sus agujeros y se convierte en un parque de diversiones para los habitantes de la zona.
Entonces, se aprecia un espectáculo que ofrecen algunos adolescentes al practicar su versión chocoana de surf: lanzan hacia adelante una tabla rectangular de madera sobre la arena húmeda, de tal forma que se desliza sobre una capa delgada de agua; luego corren detrás y saltan sobre ella, haciendo equilibrio de pie hasta chocar con las olas que vienen a su encuentro. Para impresionar a los espectadores que se agolpan bajo las palmeras, hacen algunas piruetas en el aire al caer.
Otra diversión consiste en jugar fútbol en la playa, algo que la luna permite hacer dos o tres días, durante algunas horas, cada dos semanas. Jefferson Pacheco, el arquero de uno de los equipos que disputan el partido de la tarde, acaba de salir de la cancha a causa de una lesión en la rodilla y explica que aquí se forma una franja de cerca de 60 metros en la que los postes de las porterías son guaduas que se clavan en la arena. El travesaño se acomoda entre las cuñas que se hacen en las guaduas verticales y los límites del campo se dibujan con palos que se arrastran con una punta hacia abajo.
Desde la playa también se ven algunas canoas de pescadores y, al fondo, los morros Vidales, cuya silueta semeja la de las jorobas de un camello acostado. De espaldas al mar, selva adentro, donde Giovanny Rivas guía a los visitantes, el camino hacia los riachuelos de Juná pasa cerca de la choza donde vive una familia indígena embera. Justo después se entra a un túnel formado por árboles cuya sombra produce la sensación de que el sol está a punto de ocultarse.
Al salir de esa especie de cueva vegetal, una cascada de no más de dos metros de altura baja por las rocas y refresca a quienes quieran sentarse debajo de ella a recibir un masaje helado en el cuello. Mientras tanto, algunas personas se toman fotos frente a la caída de agua, el niño descalzo sigue comiendo cacao y ofreciéndoles a los turistas; y otros se acuestan a flotar boca arriba a ver la lluvia que comienza a caer y se dispersa en pequeñas gotas que rebotan en las hojas de los árboles. Esa es otra de las pequeñas maravillas que suceden todos los días en Huina.
*Invitación de Satena y Playa de Oro Lodge.
Playa de Oro Lodge
Son 28 las habitaciones del hotel Playa de Oro Lodge, en Huina. Desde allí es posible conocer algunos sitios turísticos de la región, como Cabo Marzo y Nabugá (a unas dos horas hacia el norte, en lancha). Igualmente, los turistas pueden hacer excursiones para visitar playas tranquilas, ríos y cascadas.
Informes: http://www.hotelesdecostaacosta.com; (4) 361 7809 – Medellín -; 410 7773 – Bogotá -.
Utría, santuario de las ballenas
Este Parque Nacional Natural, al que llegan las ballenas jorobadas en el segundo semestre del año, es ideal para bucear y para apreciar la biodiversidad del Pacífico colombiano.
El mar es la vía por la que se llega desde Bahía Solano hasta el Parque Nacional Natural (PNN) Ensenada de Utría. Los viajeros saben que han llegado porque a su izquierda ven un punto de arenas claras: Playa Blanca, adonde llegan buceadores de todo el mundo que también exploran las maravillas submarinas de la zona en las vecinas Punta Diego y Punta Esperanza.
Ubicada a unos 40 minutos en lancha hacia el sur de la playa de Huina, esta reserva natural es uno de los sitios preferidos de las ballenas jorobadas para dar a luz a sus crías entre julio y octubre, cuando se instalan en la zona luego de haber hecho un viaje de 9.000 kilómetros desde la fría Antártida.
Las ballenas, que también recorren la costa Pacífica de Suramérica en busca de aguas cálidas donde se puedan aparear, encuentran en Utría un lugar ideal para que sus ballenatos estén protegidos del peligro del mar abierto mientras se alimentan y aprenden a sobrevivir por su cuenta. Por eso no es inusual que durante la temporada de avistamiento de estos mamíferos se observe a algunas madres casi cargando a sus crías con las aletas.
“Las ballenas jorobadas (también llamadas yubarta) se identifican porque el borde interno de su cola es irregular, como mordisqueada. Se comienzan a ver esporádicamente en mayo”, dice Miguel Barco, funcionario de Parques Nacionales Naturales, quien recibe a los viajeros en el centro de visitantes del parque, que en sus 54.300 hectáreas de superficie marina y continental es una de las 26 reservas que tienen vocación ecoturística en Colombia.
Este lugar, en el que se aprecian cuatro ecosistemas (arrecifes coralinos, manglares, selva húmeda tropical y marino), no solo lo escogen las ballenas como punto de parada en sus viajes. Igualmente, allí llegan a desovar especies de tortugas que migran, como las marinas, las golfinas y las carey.
Un atractivo del PNN Ensenada de Utría es su sendero ecológico de 950 metros, una estructura de madera ubicada algunos metros sobre el piso que se puede recorrer mientras a ambos lados se aprecia la abundante biodiversidad de la región.
Entre otras cosas, aquí hay siete especies de mangle – de las 10 que se han registrado en el Pacífico colombiano -; variedades vegetales como el cohíba, el níspero y el comino; y, a lo lejos, en las lomas de la serranía del Baudó, una selva densa en la que crecen árboles de hasta 45 metros de altura.
Utría, en datos
El Parque Nacional Natural Ensenada de Utria fue creado en 1987.
Su temperatura oscila entre 23 y 30 grados centígrados.
En este PNN nacen los ríos Boroboro, Jurubidá, Baudó, Chori y Bojayá.
Algunos mangles en el parque pueden alcanzar los 15 metros de altura.
Esta es una de las zonas más lluviosas de Colombia, por lo que es recomendable llevar impermeable y ropa cómoda que se seque rápidamente.
Informes: Parques Nacionales Naturales de Colombia. http://www.parquesnacionales.gov.co